GRIETAS Y RAMIFICACIONES
Denise Anzures
Denise Anzures
Apenas vamos retomando el paso que dejó la tragedia del 19 de septiembre, unos más pronto que otros, yo admiro aquellos compañeros que deciden dejar ese episodio para dar paso a lo cotidiano, sin temor a subir a un octavo piso a trabajar o dormir plácidamente sin la inquietud a ser despertados por el sonido siniestro de la alarma sísmica; admiro esa valentía, yo, confieso que no la tengo. Mis espacios vitales, como el de miles de mexicanos transcurren en las alturas. Hace dos meses, era gozoso admirar desde la ventana los volcanes cuando el aire de la ciudad permitía apreciar su majestuosidad o mirar los distintos ángulos de la gran urbe desde el sexto piso de la Torre de Investigación del Centro Nacional de las Artes. Todo eso cambió el 19 de septiembre. Los espacios vitales dejaron de ser eso, centros de gozo y descanso y se convirtieron en amenazas latentes.
He intentado asumir con gallardía el viejo refrán que alude al programa de Cristina Pacheco, “Aquí nos tocó vivir”, en una ciudad sísmica y cerca de la placa de cocos, con fracturas geológicas y sociales, con fallas estructurales en los muros de cientos de edificios que fueron construidos en la ruindad mercantil hasta el aparato de estado que está a punto de colapsarse, apuntalado para que no caiga como galleta.
Muchos, aseguraban que el 19s nos haría mejores ciudadanos, que la juventud que acudió valiente y vigorosamente a las labores de rescate, ahora sí, haría la diferencia, lo cierto es que la realidad nacional nos dice todo lo contrario. Pasamos de la individualidad a la colectividad en un momento de urgencia nacional, pero pasado el evento trágico volvemos inexorablemente al polo en el que nos han enseñado a vivir y a pensar. Creer que el 19s nos hará caminar hacia la transformación de una sociedad civil organizada, es tan falso como creer que no volverá a rugir el Lago de Texcoco.
Todos los días, los noticieros repiten como loros el número de mujeres asesinadas a lo largo y ancho del territorio nacional, tan normal como decir la hora, “tantas por aquí”, “tantas por allá”, estamos tan acostumbrados a la muerte, que los muertos son solo eso, números y estadísticas para medir la violencia en México. ¡Carajo! Me resisto a asumir mi realidad nacional y es entonces que leo las noticias internacionales y ¡coño!, cómo envidio a los catalanes y sus aspiraciones independentistas, Imagino salir a las bellísimas calles de Barcelona a exigir la independencia cargada de lingotes de oro, ¡coño! Mientras nosotros le hacemos frente a la muerte despiadada todos los días. Cómo quisiera ser catalana, pero no, soy mexicana y soy… mujer.
Estamos tan confundidos que no alcanzamos a ver la profunda fragmentación social en la que vivimos, no hay capacidad de acuerdos ciudadanos para combatir un gobierno corrupto y autoritario, al contrario, la fragmentación y las muy diversas posturas políticas alimentan con más fuerza el aparato represor. La rebelión es algo instintivo e inevitable, nos rebelamos contra la muerte y la enfermedad, contra la tragedia y la injusticia. Se trata casi siempre de un estadillo proporcional a la carga opresiva de la cual necesitamos liberarnos ¿qué pasa entonces con la sociedad mexicana? Resulta más fácil imaginar que la ciudad de México terminará por hundirse en un terreno fangoso y sísmico que un movimiento ciudadano capaz de derrocar al sistema.
El 19s de 2017, pasarán a la historia como un evento más, como una mujer más asesinada y abandonada en los parajes de poblaciones perdidas. Todos los 19s recordaremos a los pequeños que perdieron la vida en el colegio Rébsamen, a los que quedaron enterrados con vida en el edificio de Álvaro Obregón, a los pobres y siempre olvidados que perdieron sus hogares y hoy son recompensados con limosnas gubernamentales. Todos los 19s haremos el simulacro y volveremos a ser los eternos Sísifos, en la medida que no seamos lo suficientemente fuertes para cerrar las valvulitas de escape que el Estado pone a nuestra disposición para canalizar el descontento social.
Imagino, como diría John Lennon, un 19s, día de luto nacional para sacar de una vez para siempre a los más grandes traidores que ha dado la historia de este país. Pasemos del individualismo al colectivismo en un asunto de urgencia nacional y corramos presurosos a quitar los polines que apuntalan al zafio aparato de estado.