Tutoriales

Muero de la envidia cuando escucho que familiares o conocidos vienen de alguna reunión periódica con amistades de la primaria, secundaria o bachillerato. Más aún cuando veo que presumen las fotos y por más crueldad que los años puedan tener con exceso de kilos o falta de cabello, se sigue notando una cierta afinidad.

No conservo una sola amistad de la primaria y secundaria, recuerdo a un gran amor platónico, María, que nunca se enteró de mi corazón roto a los ocho años; luego ubico perfecto a varios compañeros, casi siempre por apodo más que por nombre, como “chorejas”, “pelofino”, “satán”, “malibú”, a su vez, es posible que ellos me recuerden por el mío, que era “chivigón”.

En cambio, del bachillerato, para más señas el maravilloso cch del pedregal, conservo tres amistades con las que mantengo una gran relación. Pero donde en definitiva establecí en grado extremo el significado de ser “cuaderno de doble raya”, fue en la no menos esplendorosa UNAM, campus Facultad de Filosofía y Letras. Las afinidades significativas que allí tomaron camino siguieron con el paso del tiempo y durante un buen periodo logramos reunirnos una vez al año. Nos conocemos, dirían los clásicos, “requeteharto”.

Un lugar especial tiene Verónica Maldonado, talentosa actriz, dramaturga y dibujante, cuya letra manuscrita siempre me ha llenado de envidia, pues la mía recuerda a un electrocardiograma. Saliditos del cascarón del Teatro Wagner y el Teatro Nuevo, generamos muchos proyectos comunes de trabajo en los que participábamos haciendo de todo un poco, luego cada uno lo fue haciendo por su cuenta. Pero ocurre que apenas hace unas semanas acabó una breve temporada de Tutoriales, obra que ella escribió y yo dirigí.

Ha sido un reencuentro grato y muy disfrutable, el ingenio y la agudeza se depuran y pudimos cumplir con el objetivo común y añoso de una obra que dialogara con el público común y corriente, aspiración ciudadana que nunca hemos dejado de compartir. Tengo mucha confianza en que Tutoriales pueda verse de nuevo en cartelera, pero más en seguirme divirtiendo como escolapio ensayando una obra, a la sombra de los árboles que pueblan el jardín de los cerezos.