Finea en el Papaloapan

Si el mundo es gris los textos no deben de serlo.

Lope vivió su tiempo y ahora nos toca a nosotros vivir a Lope.

Con lo que tenemos claro: un poco de alegría, algo de cachondería, con nuestra música y nuestros tonos, con el sabor que nos dejan los molletes y algo de helada coqutelería.

¿Lope se estaría revolviendo en su tumba?

¡Por supuesto!

¡Que se revuelva!

¡Que baile de nuevo con nuestro ritmo sabroso!

¡Que se regocije o se enoje pero que sea  gozoso!

Siguiendo viejas tradiciones podemos romper viejas costumbres: al muerto hay que sacarlo del encasillamiento, hay que poner al sol sus viejos huesos  para que viva una vez más y celebre en renovado compás.

Lope no tiene que esperar el dos de noviembre para brindar con nosotros, para que bailemos con él al son de la tumba. Como viejo conocido en mañas y cambios, reconocerá tal vez, revolviéndose, que no se fijó su espíritu, que sigue vivito y coleando, que no es ajeno al son, a la vida, a la rumba.

¡Muchos años más al viejo escrito y a su viejo escritor!

Lo que hoy se celebra aquí es lo inmortal sin respeto, lo rejuvenecido por capricho, lo elástico y lo fértil, el cambio y el amor a la sorpresa. Que nos acompañen todos para agitar a Lope que, desde su tumba, sigue suspirando… porque bailar solo no es exactamente bailar.