LA OPINIÓN INSTITUCIONAL DE EL BUITRE
Alex Gesso
Alex Gesso
Resulta extraño que las nuevas generaciones de creadores escénicos tiendan a esperar la aprobación de un grupo de gente (o tal vez solo una persona) que le diga si su trabajo es bueno o malo. Pero no estoy hablando del espectador casual, querido lector, aquel hombre (o mujer) que ha sido abandonado en una cita romántica y repentinamente surge en su interior un afán por exponer su alma, por sosegar sus emociones en el arte, específicamente en el teatro. No, no hablo de ese espectador, hablo de otro espectador que, gracias a su abundante asistencia teatral, se ha tomado la libertad de darse el título de: Crítico Teatral.
El estudioso del arte cree que puede opinar de todo y para todo, pero ¿se puede opinar de teatro sin hacer teatro? El creador teatral puede hacerlo, ya que su vida y su “partida de madre” está en el campo de batalla, en una lucha cuerpo a cuerpo, pero ¿el que habla sin salir de la trinchera puede decidir si un disparo es más certero que otro?
Es por ello que quisiera reflexionar sobre la necesidad del creador escénico de ser aprobado por el Crítico Teatral en este auge red-socialero.
Cambiaré el título de Crítico Teatral, porque me suena un poco rígido y hasta cierto punto, agresivo. Lo cambiaré por…“el buitre”.
El éxito de una obra de teatro se debe a su público y un creador se debe a su público más asiduo. No podemos pensar que el teatro pasa por una sola etapa de cambios, porque el teatro está en constante movimiento y de él derivan grandes propuestas o grandes fracasos. Si ese experimento o propuesta agrada a aquellos que lo consumen, el experimento termina o muta y esto no implica que se deba seguir sobre esa línea para darle un cauce al “nuevo teatro” en esta “etapa de cambios” ni que se deba crear una especie de panfleto o manual para hacer teatro, cosa que “el buitre” parece proponer con tajantes opiniones aportando a la institucionalización teatral.
Hay casos en los que una obra de teatro no es aclamada o ni siquiera es vista por la crítica (buítrica); hasta que, después de varias temporadas, ésta se vuelve del gusto popular y entonces el buitre se siente atraído por lo que el público aclama, hace una visita, opina y su círculo de seguidores asiste a ver la obra.
Y ¿saben qué? ¡Está bien! Porque ese es el objetivo de crear: el ruido, la bulla, el contenido, la reflexión, la fiesta, el aquelarre artístico que se genera cuando una obra teatral tiene éxito entre los espectadores casuales. Pero en estos casos el éxito se lo atribuye injustamente “el buitre”, que decide sobre lo que se debe y no se debe ver.
La pregunta es muy simple; si la experiencia y el tiempo nos han llevado a esos caminos de éxito y júbilo, ¿por qué como creadores queremos la aprobación de ese buitre? Aprobación que el creador escénico no necesita para seguir explorando, experimentando y creando y que el buitre sí necesita para conseguir apoyo mediático y así poder crecer.
Lo injusto es que alguien decida qué está bien y qué está mal, emitiendo juicios subjetivos y en algunos casos personales con respecto a lo que “se debe” hacer en el escenario. Opiniones que pretenden estandarizar la creación y la expectación de este arte, opiniones que buscan colocarse en el peldaño más alto para así decidir y aprobar a quien cumpla con esa institucionalización. Esta opinión puede afectar la creación porque, en algunos casos, solo se piensa en agradar al buitre para crear dentro de estándares innecesarios y la libertad creativa desaparece. Y me resulta incomprensible querer agradar al buitre, un ente que no es más grande que el creador escénico. Porque: alguien que nunca ha hecho teatro, alguien que nunca se ha enfrentado a vivir la “partida de madre” ¿puede ser tan severo en críticas, que ya no son opiniones? ¿Puede decidir sobre lo que está bien o mal? No lo sé, me parece que nunca opinará de manera objetiva.
Además, ¿Quién es el grupo de seguidores del buitre que asiste a las obras después de leer su “buítrica”? El buitre solo aprovecha una oportunidad para desahogar sus gustos narcisistas, hablando de “lo que le gustaría ver en escena” pretendiendo crear una nueva generación de buitres para ser aplaudidos y admirados. Ese círculo cerrado afortunadamente no tiene gran reverberación en el publico casual, pero si los buitres se colocan en puestos de importancia artística-administrativa en donde deciden a quién beneficiar y a quién no, entonces esas opiniones sí afectan a la comunidad artística y a la evolución del arte, impactan en el público casual y no dejan que el teatro siga su evolución.
Por eso, mi bien ponderado lector, no crea todo lo que lee, ni siquiera las pasadas líneas, mejor vaya, disfrute, déjese llevar por el “bonito cartel”, el elenco, el director, el recinto teatral, todo eso que hace al teatro un arte en movimiento. Salga y vea, para usted es esa “partida de madre”, no para agradar a un buitre, ni ganar falsa popularidad.
Total, siempre han existido los que salen a pelear y los que se quedan a opinar.
*Reflexión dedicada a Olga Harmony